La Aldea

30.04.2021
En una aldea había un anciano muy pobre...

Poseía un hermoso caballo blanco. Los reyes le ofrecieron cantidades fabulosas por el caballo pero el hombre decía: Para mí él no es un caballo, es un amigo. ¿Y cómo se puede vender a un amigo? Era un hombre pobre pero nunca vendió su caballo.

Una mañana descubrió que el caballo ya no estaba en el establo. Entonces todo el pueblo se reunió diciendo: Sabíamos que algún día le robarían su caballo. Hubiese sido mejor que lo vendieras.

-No vayaís tan lejos, dijo el viejo. Simplemente decid que el caballo no estaba en el establo. Este es el hecho, lo demás es vuestro juicio. Si es una desgracia o una suerte, yo no lo sé, porque esto apenas es un fragmento. ¿Quién sabe lo que va a suceder mañana?

La gente se rió del viejo...
Pero en quince días, una noche el caballo regresó. No había sido robado, se había escapado. Y no solo eso, sino que trajo una docena de caballos salvajes. De nuevo se reunió la gente diciendo: Tenías razón viejo. No fue una desgracia sino una verdadera suerte.

-De nuevo estáis yendo demasiado lejos, decid que solo el caballo ha vuelto... ¿Quién sabe si es una suerte o no? Es sólo un fragmento.

Esta vez la gente no pudo decir mucho más, pero por dentro sabían que estaba equivocado. Habían llegado doce caballos hermosos...

El viejo tenía un hijo que empezó a entrenar los caballos. Una semana más tarde se cayó de un caballo se rompió una pierna. La gente volvió a reunirse: De nuevo tuviste razón, dijeron. Era una desgracia. Tú único hijo se rompió una pierna y a tu edad él era tu único sostén.

-No vayáis tan lejos, sólo decid que mi hijo se ha roto una pierna. Nadie sabe si es una desgracia o una fortuna, dijo el viejo.
Al pasar unos días se armó una guerra, todos los jóvenes del pueblo fueron obligados a unirse al ejército, el único que se salvó fue el hijo del viejo. La gente lloraba y se quejaba porque sabían que era una guerra perdida, que los jóvenes no volverían.

-Nadie sabe, dijo el viejo. Sólo decid que vuestros hijos han sido obligados a unirse al ejército y que mi hijo no ha sido obligado. ¿Quién sabe si es una suerte o desgracia? Sólo Dios lo sabe.